Qué difícil puede ser navegar sin rumbo, sentir que durante la travesía la sensación de soledad es abrumadora, llena de emociones y sentimientos aciagos.
Si bien la soledad, es algo que nos es posible y necesario experimentar con plenitud en algunos momentos de nuestra vida, en algunos otros momentos se torna como una experiencia difícil, llena de dolor, dudas e incertidumbre. Creo que esta última sensación, la que estamos pasando en estas épocas de aislamiento, es la que tratamos de evitar, de que no llegue a nuestra vidas. ¡Qué ni se atreva a tocar nuestras puertas! Porque definitivamente no queremos que esté presente en nuestra realidad, no deseamos por ningún motivo permitirle el paso a nuestra casa, a nuestro ser, sin embargo existen circunstancias y miles de personas a las que les ha llegado sorpresivamente y, es entonces que se vuelve en compañera, es algo que no podemos controlar, que no podemos evitar ni remediar.
Otra protagonista, la distancia, a la que hoy nos enfrentamos, ya sea por mantener autocuidado vital y por cuidar a nuestras personas favoritas, por procurar a nuestros seres más amados, para que por ningún motivo estén en riesgo o puedan ser vulnerados, de nuevo y únicamente, a pesar de la distancia, solo podemos estar y conectar de la forma en que hoy estamos aprendiendo a hacerlo, tan diferente, tan lejana, más no por ello, vacía, puede estar dotada de sentido y de afectos, sin embargo se respira la ausencia y el anhelo de la cercanía.
Actualmente hacemos un esfuerzo por mantener la unión, la comunicación y el afecto de maneras diversas y cada persona lo hace lo mejor que puede, las formas de ahora nunca reemplazarán la presencia, la intimidad, la complicidad de nuestra comunicación no verbal ni los silencios de nuestra convivencia en familia y con otros seres cercanos, desde amigos, compañeros de escuela o de trabajo, incluso personas desconocidas que se atravesaban en nuestros recorridos cotidianos, solo estando.
Para los seres humanos, la dinámica social nos recuerda nuestra esencia recíproca, de sabernos realizados y en ser por sí mismos, pero
Dedico este texto a todas aquellas personas que en estos tiempos han experimentado la soledad en la enfermedad, a aquellas personas que en el aislamiento viven con tristeza y desesperación el no poder llevar sus vidas normales en familia, escuela o trabajo, lo dedico aquellas personas que han encontrado la manera de lidiar lo mejor que pueden con esta situación y muy especialmente, lo dedico a todas aquellas personas que han experimentado la pérdida de sus seres queridos sin tener la oportunidad de decir adiós o de despedirse de ellos, por aquellas personas que jamás imaginaron que un día cualquiera, sería el último de ver a sus familias por despegar de este mundo terrenal, por aquellas familias que hoy viven la pérdida de sus seres más amados y a quienes jamás volverán a abrazar, y que durante el proceso, la soledad ha estado presente en ambos lados, con la persona que se va sin despedirse en el último suspiro y la persona que recibe la noticia del adiós por un extraño, sin tener oportunidad de más, solo de realizar el proceso sanitario indicado, es eso y nada más, no hay más.
Es difícil, irracional y confuso intentar estar en la distancia para acompañar en momentos de pérdida, esa es la soledad que duele y lastima a todas esas personas que han tenido la mala fortuna de pasar por la despedida fuera de lo corporeo, quisiera encontrar las palabras para describirlo, no puedo, únicamente, con esta entrega, expreso mis condolencias y mi mayor fuerza de empatía a todas aquellas personas que al día de hoy y en esta época de pandemia o en otras circunstancias inverosímiles, han experimentado este lado de la soledad.