Qué difícil puede ser navegar sin rumbo, sentir que durante la travesía la sensación de soledad es abrumadora, llena de emociones y sentimientos aciagos.
Si bien la soledad, es algo que nos es posible y necesario experimentar con plenitud en algunos momentos de nuestra vida, en algunos otros momentos se torna como una experiencia difícil, llena de dolor, dudas e incertidumbre. Creo que esta última sensación, la que estamos pasando en estas épocas de aislamiento, es la que tratamos de evitar, de que no llegue a nuestra vidas. ¡Qué ni se atreva a tocar nuestras puertas! Porque definitivamente no queremos que esté presente en nuestra realidad, no deseamos por ningún motivo permitirle el paso a nuestra casa, a nuestro ser, sin embargo existen circunstancias y miles de personas a las que les ha llegado sorpresivamente y, es entonces que se vuelve en compañera, es algo que no podemos controlar, que no podemos evitar ni remediar.
En este momento, ésa terrible soledad, hoy y desde hace varios meses ha sido la compañera no deseada de muchas personas en el mundo, muchas de ellas enfermas sin contar con la presencia de sus seres queridos, familias divididas por muros que se tornan como la barrera más imponente y cruel, realidad por la que no es posible hacer nada, más que estar…
Otra protagonista, la distancia, a la que hoy nos enfrentamos, ya sea por mantener autocuidado vital y por cuidar a nuestras personas favoritas, por procurar a nuestros seres más amados, para que por ningún motivo estén en riesgo o puedan ser vulnerados, de nuevo y únicamente, a pesar de la distancia, solo podemos estar y conectar de la forma en que hoy estamos aprendiendo a hacerlo, tan diferente, tan lejana, más no por ello, vacía, puede estar dotada de sentido y de afectos, sin embargo se respira la ausencia y el anhelo de la cercanía.
Actualmente hacemos un esfuerzo por mantener la unión, la comunicación y el afecto de maneras diversas y cada persona lo hace lo mejor que puede, las formas de ahora nunca reemplazarán la presencia, la intimidad, la complicidad de nuestra comunicación no verbal ni los silencios de nuestra convivencia en familia y con otros seres cercanos, desde amigos, compañeros de escuela o de trabajo, incluso personas desconocidas que se atravesaban en nuestros recorridos cotidianos, solo estando.
Para los seres humanos, la dinámica social nos recuerda nuestra esencia recíproca, de sabernos realizados y en ser por sí mismos, pero también ser, con las interacciones, las conversaciones y, con los sentimientos hacia otras personas. Estar presentes, es parte de nuestra esencia. Es algo a lo que jamás nos acostumbraremos a vivir de forma diferente y es como actualmente que lo estamos intentando.
Dedico este texto a todas aquellas personas que en estos tiempos han experimentado la soledad en la enfermedad, a aquellas personas que en el aislamiento viven con tristeza y desesperación el no poder llevar sus vidas normales en familia, escuela o trabajo, lo dedico aquellas personas que han encontrado la manera de lidiar lo mejor que pueden con esta situación y muy especialmente, lo dedico a todas aquellas personas que han experimentado la pérdida de sus seres queridos sin tener la oportunidad de decir adiós o de despedirse de ellos, por aquellas personas que jamás imaginaron que un día cualquiera, sería el último de ver a sus familias por despegar de este mundo terrenal, por aquellas familias que hoy viven la pérdida de sus seres más amados y a quienes jamás volverán a abrazar, y que durante el proceso, la soledad ha estado presente en ambos lados, con la persona que se va sin despedirse en el último suspiro y la persona que recibe la noticia del adiós por un extraño, sin tener oportunidad de más, solo de realizar el proceso sanitario indicado, es eso y nada más, no hay más.
Los rituales de despedida, son importantes y nos ayudan a lidiar con el proceso de la pérdida, nos van mostrando la realidad de la ausencia para hacernos saber que es momento de sentir y a la vez de continuar en el camino, pese al dolor que representa y otras emociones que se sienten con la partida de alguien. También nos permiten estar en presencia y en comunidad, para compartir la carga emocional, tejer redes de apoyo que nos permitan sentir la compañía y experimentar así los sentimientos, para saber que todo eso que se siente, cada quien lo vive de manera única y diferente, y es en esa intimidad personal con las formas en que cada quien siente y lo expresa, lo que nos hace compartir, lo que nos hace estar.
Es difícil, irracional y confuso intentar estar en la distancia para acompañar en momentos de pérdida, esa es la soledad que duele y lastima a todas esas personas que han tenido la mala fortuna de pasar por la despedida fuera de lo corporeo, quisiera encontrar las palabras para describirlo, no puedo, únicamente, con esta entrega, expreso mis condolencias y mi mayor fuerza de empatía a todas aquellas personas que al día de hoy y en esta época de pandemia o en otras circunstancias inverosímiles, han experimentado este lado de la soledad.
Les abrazo con cariño y con el poder de la escritura, que en este momento se ha convertido en mi única manera de expresarlo y de compartir con los demás, con la esperanza de que el proceso de alivio y aceptación llegue a todas las personas que hoy lloran por la partida de un ser querido.