La construcción de nuestra autoestima, una labor compleja y que se comienza concebir desde que somos pequeños, implica el contacto con nuestros lazos afectivos de parentesco más profundos, desde la relación con nuestros padres, con la familia, en la escuela, con los amigos y conforme vamos creciendo también estamos fraguando y puliendo nuestra propia valía, nuestro amor propio.
Todo influye en esta delicada formación, incluso el contexto en el que nos encontramos y por supuesto, las decisiones que tomamos a lo largo de nuestra existencia. También, abarca diversos aspectos: Desde la aceptación de nuestra esencia como seres humanos y personas únicas, el cuidado hacia nuestro cuerpo que es nuestro templo, la calidad de nuestros pensamientos, el reconocimiento de nuestras emociones desde que las sentimos y las gestionamos para sacarles el mejor partido dándoles uso a nuestro favor y generoso hacia los demás, la actitud con la que enfrentamos los problemas y la elección de nuestras relaciones significativas.
Lo que es fundamental, es lograr
El mirarnos, desde el exterior frente al espejo para reconocernos y con ayuda de la introspección, es sumamente enriquecedor, porque podemos descubrir el cómo influyen en la construcción de nuestra identidad, el amor y el cariño que ha formado parte de nuestra vida desde pequeños y la forma en la que cada uno de nosotros lo trasforma hacia sí mismo y a los demás. Esto suena como debiera ser o como nos gustaría que sucediera, sin embargo en esta vida en la que nada es fácil o perfecto y en la que todo puede suceder en nuestro medio vital, hace que la historia de cada persona sea diferente en realidades, en algunos escenarios alentadora y favorable, y en otros, dotada de dolor y adversidad, en ambos casos circunstancias forjadoras de experiencia y aprendizaje para definir y darnos nuestro justo valor.
Nuestros padres o quién ejerza ese
La propia valía, aceptación y
El camino del autoconocimiento es infinito, siempre estamos en constante descubrimiento propio y de nosotros dependerá si lo tomamos como un riesgo o una oportunidad, si decidimos mirarnos con amor y madurez o con miedo y desprecio.
Recuerda que lo que no se usa, se atrofia. Por lo tanto, es vital hacer como un arte constante el amor propio, esto desde el sentido más genuino, digno y humano, desde entender que siempre tendremos la opción de crecer, madurar y cambiar, aun con nuestras debilidades que pueden motivarnos a esforzarnos y a gestionarnos, en vez de verlas como una trampa en el camino.
Nunca es tarde para renovar nuestra autoestima, o incluso para empujar a alguien más para que lo haga y descubra las bondades de apostar en descubrir, cuidar y pulir tan invaluable tesoro.
“Amarse a sí mismo es el comienzo de una aventura que dura toda la vida…“ Oscar Wilde.