La construcción de nuestra autoestima, una labor compleja y que se comienza concebir desde que somos pequeños, implica el contacto con nuestros lazos afectivos de parentesco más profundos, desde la relación con nuestros padres, con la familia, en la escuela, con los amigos y conforme vamos creciendo también estamos fraguando y puliendo nuestra propia valía, nuestro amor propio.
Todo influye en esta delicada formación, incluso el contexto en el que nos encontramos y por supuesto, las decisiones que tomamos a lo largo de nuestra existencia. También, abarca diversos aspectos: Desde la aceptación de nuestra esencia como seres humanos y personas únicas, el cuidado hacia nuestro cuerpo que es nuestro templo, la calidad de nuestros pensamientos, el reconocimiento de nuestras emociones desde que las sentimos y las gestionamos para sacarles el mejor partido dándoles uso a nuestro favor y generoso hacia los demás, la actitud con la que enfrentamos los problemas y la elección de nuestras relaciones significativas.
Lo que es fundamental, es lograr entender ¿de dónde surge toda esta habilidad? En mi opinión, desde el gran poder del autoconocimiento, sin embargo podemos compararlo como el esfuerzo para realizar el entrenamiento de un músculo, que poco a poco con constancia, ejercicio, alimentación e hidratación adecuadas, cuidado y descanso se va fortaleciendo hasta tonificarse para verse bien, y lo más importante, estar preparado para soportar las pruebas de resistencia y fuerza al que le sometamos, y aun así, después del desgate, le sea posible reponerse. Esto sonará muy similar a lo que implica la inteligencia emocional, es por eso que varios autores que hablan de este tema, coinciden que las personas con alto nivel de resiliencia, gozan de una buena autoestima.
El mirarnos, desde el exterior frente al espejo para reconocernos y con ayuda de la introspección, es sumamente enriquecedor, porque podemos descubrir el cómo influyen en la construcción de nuestra identidad, el amor y el cariño que ha formado parte de nuestra vida desde pequeños y la forma en la que cada uno de nosotros lo trasforma hacia sí mismo y a los demás. Esto suena como debiera ser o como nos gustaría que sucediera, sin embargo en esta vida en la que nada es fácil o perfecto y en la que todo puede suceder en nuestro medio vital, hace que la historia de cada persona sea diferente en realidades, en algunos escenarios alentadora y favorable, y en otros, dotada de dolor y adversidad, en ambos casos circunstancias forjadoras de experiencia y aprendizaje para definir y darnos nuestro justo valor.
Nuestros padres o quién ejerza ese rol, tienen una gran influencia en el cómo se va desarrollando la autoestima de los hijos y también influyen aquellas figuras que son parte de la historia evolutiva de cada individuo, sin embargo, siempre llega el momento en el que de cada persona como única en el mundo, dependerá reconocer y abrazar su pasado, sea bueno o malo, con culpas a veces trasmitidas de generación en generación o sin ellas, con heridas emocionales elaboradas o no, que nos permita actuar con responsabilidad para tomar nuestra propias decisiones y elegir quién queremos ser y qué valores adoptar y vivir. Cada quien es libre de reconciliarse con el pasado y de vivir el presente o se puede optar por el doloroso camino de responsabilizar a otros por el sufrimiento de la propia existencia.
La propia valía, aceptación y cariño personal es individual, depende de ti. Es cómo cada uno de nosotros podemos decidir si nos sentimos bien con la persona que somos, con nuestra historia y potencialidad de mejorar y aprovechar nuestras debilidades para crecer y ser mejores.
El camino del autoconocimiento es infinito, siempre estamos en constante descubrimiento propio y de nosotros dependerá si lo tomamos como un riesgo o una oportunidad, si decidimos mirarnos con amor y madurez o con miedo y desprecio.
Recuerda que lo que no se usa, se atrofia. Por lo tanto, es vital hacer como un arte constante el amor propio, esto desde el sentido más genuino, digno y humano, desde entender que siempre tendremos la opción de crecer, madurar y cambiar, aun con nuestras debilidades que pueden motivarnos a esforzarnos y a gestionarnos, en vez de verlas como una trampa en el camino.
Nunca es tarde para renovar nuestra autoestima, o incluso para empujar a alguien más para que lo haga y descubra las bondades de apostar en descubrir, cuidar y pulir tan invaluable tesoro.
“Amarse a sí mismo es el comienzo de una aventura que dura toda la vida…“ Oscar Wilde.